lunes, 20 de diciembre de 2010

Descubriendo a Pablo, descubriéndome a mí.


Todavía siguen mi madre y mi hermano en mi casa, y solo la idea de que tengan que ir dentro de dos días porque mi madre tiene que trabajar me horroriza.
A mi hermano no le apetecía salir de casa, pero yo lo necesitaba así que ellos se quedaron viendo una película que echaban por la televisión mientras que yo me fui a dar una vuelta por el centro de Madrid para ver las luces de Navidad. y lo que a casi todo el mundo le produce ternura a mi me repele. Tengo que reconocer que el otro día, cuando volvía de clase sobre las siete, las calles adornadas y la sensación de frío de mi enrojecidad nariz hicieron despertar un cierto brote de ilusión, pero se me pasó enseguida cuando un hombre sin techo me chistó:
- "¡cht!. Muchacha, me das unos céntimos para un café?
- "Lo siento, voy con prisa"- contesté medio con miedo.
- " Sí, no vaya a ser que te cierren 'El Corte Inglés' ". susurró con resignación.

Me paré y pensé...¿cómo puede ser que se gaste tanto dinero en luces, y luego, a dos metros y medio por debajo haya un hombre tirado en la calle con una manta para evitar helarse?. Yo iba a ser enfermera, yo iba ayudar a la gente, ¿por qué esperar a dentro de unos años para hacerlo?. Me di la vuelta y le dije que yo le invita a tomar un café, que a cuál bar quería que fuesemos.

Cuando acabamos no me dio las gracias, Pablo, que así se llamaba, pero me dijo una cosa que me hizo sentir mucho mejor;
- " Quién me iba a decir a mí, que me iba a ayudar una mujercita nacida a casi 10.000 kilómetros de aquí".

Esa noche me acosté más humana.

Foto: /www.pedrolamet.com/img/fotosConAlma_vagabundo

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